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Pasaron unos
meses y un día….surgió una posibilidad
de trabajar en una escuela rural donde su población de alumnos en su mayoría
son de la etnia Qom-Estaba llena de expectativas, nervios, miedos, y todo lo
que seguramente muchos de los colegas sintieron en su primer día de trabajo…
“Tercero de
comunicaciones”- me dijo la directora… ¿Te animas? “¡Sí, claro!- dije yo!
“Y así comenzó mi aventura, por lo que tanto me había formado al fin
legaba, sentía que mi corazón latía muy
fuerte mientras la directora me
acompañaba para presentarme a los chicos.
Entramos y un
silencio se produjo, terminadas las presentaciones formales, sentía que 18
caritas me miraban, muy expectantes y miles de situaciones vividas en el
profesorado se me venían en la mente, qué hacer ¿qué decir? Opté por lo fácil y
me presenté, y los invité a que se
presentaran también.
Muy tímidamente lo hicieron, cada uno fue
diciendo su nombre y apellido.
Lentamente se fue
produciendo un dialogo ameno ente los chicos y yo, me contaron un poco donde
vivían, cuáles eran sus sueños, que les gustaría seguir estudiando y demás….
Y así sin darme
cuenta el timbre de finalización de hora sonaba. “Ya el timbre”- dijeron los
chicos ¡qué rápido pasó la hora!
“Bueno mañana nos
vemos así que seguiremos conociéndonos”,-“hasta mañana chicos”- les dije.
¡“Hasta mañana profe”!
Dijeron al unísono...
Nuca olvidaré el
sentimiento de absoluta plenitud que sentí al escuchar de mis alumnos esa
palabra: “profe”, cuanto significado tenia para mí; de vuelta a casa, en los 25
kilómetros que tengo que hacer para volver a mi hogar, tuve tiempo de hacer un
repaso de todos los momentos difíciles que tuve que pasar para recibirme, y que
muchas veces estuve tentada de abandonar. Nada se compara con esta alegría
inmensa de ver los frutos de mi esfuerzo y dedicación. “Profe” una palabra que
para mí era gigantesca y encerraba todos los sueños que una vez me atreví a
soñar. Ese sueño se concretaba ese día los frutos los comenzaría a percibir a
partir de ese glorioso día…