Era un día como cualquier otro pero al
llegar al aula noté que los alumnos estaban bastante enojados por las
correcciones que les había hecho a sus trabajos. Ni bien alcancé a dejar mis
cosas sobre el escritorio, me vi rodeada de muchas caras que pedían a gritos
una explicación. Enseguida pedí orden a los alumnos y que vuelvan a sus bancos.
Lo primero que pensé fue “qué habré hecho con sus trabajos”. Una voz del fondo
con mucha firmeza dijo “profesora, queremos que nos diga porqué nos puso mala
nota en los trabajos si trabajamos un montón y escribimos como diez páginas….”
Y al unísono siguió un susurro interminable. Entonces comencé con mi
explicación diciendo “creo haber sido muy justa con la corrección, yo solicité
un trabajo de elaboración personal y no de internet, si hubiese querido pedirle
un trabajo a internet se lo hubiese hecho pero se los pedí a mis alumnos…”. Y
un silencio apareció en el aula. Sentí que se habían dado cuenta que descubrí
que habían copiado de internet los trabajos. Entonces les dije “cuando
trabajamos en clases sobre temas de actualidad, hechos históricos o les pido a ustedes
que realicen trabajos de investigación surge una cuestión muy importante, a
saber, cuál es la verdad. Con el avance de internet y las tecnologías de
información y comunicación, la cantidad de información disponible es muy
importante pero no siempre es fiable. Muchas veces, ustedes terminan copiando y
pegando información o trabajos enteros sin realizar ningún tipo de análisis
crítico sobre la veracidad de lo que están trabajando”.
Poco a poco, noté que las caras de
enojo iban cambiando y ahora se empezaban a mirar entre ellos con una mirada
pícara entre asombro y cara de “nos descubrió”…. Les expliqué que es importante
desde mi rol de docente incentivarlos a
trabajar desde un pensamiento crítico. Le dije “mi objetivo es enseñarles que
deben dudar y ser críticos con la información que encuentran en internet, ya
que no todo lo que está en internet viene de fuentes confiables. Esto es una
tarea difícil, especialmente porque vivimos en la era de la sociedad de la
información y donde el uso de internet como motor de búsqueda de información
escolar es moneda corriente. No se trata de solicitarles que dejen de usar
internet pero sí que sepan darle un buen uso como complemento
de bibliografía principal como libros, manuales, revistas académicas, etc….”
El silencio seguía en el aula hasta
que una voz lo rompió diciendo “¿y cómo sabe que sacamos la información de
internet?....”. Entonces pensé una respuesta que no los haga enojar pero que
pueda cumplir con el objetivo de enseñanza. No debía ser irónica ni soberbia,
pero a su vez necesitaba que ellos se dieran cuenta que yo realizaba un
seguimiento de sus trabajos y que realmente me interesaba lo que escribían.
Entonces les dije “las mismas herramientas que ustedes usaron para buscar
información me ayudaron a encontrar unos trabajos iguales en la web…” Se sintió
un susurro interminable en el aula. Entonces uno de los alumnos preguntó “¿y
podemos hacer el trabajo nuevamente así nos cambia la nota?”. Al instante el
resto empezó a pedir lo mismo. Por un momento comprendí que los alumnos habían reconocido
y hecho su autocrítica, y querían volver a empezar. Sentí que el objetivo
estaba cumplido y que sin generar un conflicto innecesario, lograron darse
cuenta y aprender de la situación. Ese paso que dieron fue un verdadero trabajo
desde un pensamiento crítico.
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